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Imágenes del deporte,

hecatombe en Jet Set

Por DiMaggio Abreu

Dos noches antes de la hecatombe de la discoteca Jet Set, sábado 5, en un juego de Grandes Ligas entre San Francisco y Seattle, miramos cómo dos jóvenes dominicanos con contratos multimillonarios se victimizaban con espectaculares jugadas. Ante la reacción (gestos y sonrisas cómplices) de cada uno, con regocijo pensamos en cómo se divierten nuestros talentos mientras hacen lo que les gusta, jugar al béisbol.

Willy Adames, torpedero de los Gigantes, con salto que pareció violar las leyes de la Gravedad, devoraba un ‘trueno’ conectado por Julio Rodríguez. Al girarse, con mirada y sonrisa socarronas, el primero se tocaba el pecho. La reacción del segundo pareció contener el amigable “no te apures” del lenguaje coloquial dominicano.

Entradas después, Adames soltaba un batazo de hit por los dominios de Rodríguez, pero al tratar de extenderlo a doble fue ‘enfriado’ en la segunda base con disparo del jardinero central de los Marineros. Sin incorporarse aún junto al segundo cojín, llegó Julio y se inclinó sobre Willy, le dijo algo y lo tocó por el casco, para seguir su camino con sonrisa pícara. ¡Qué buena vibra -nos dijimos- se advierte entre estos chicos talentosos!

La noche siguiente se desvelaba la extensión por US$500 millones lograda por Vladimir Guerrero Jr. de Toronto Blue Jays, que lo valora como el tercer más grande contrato del béisbol, después del compatriota Juan Soto (US$765 millones) y del japonés Shohei Ohtani (US$700 millones). Entonces pensamos, cuánto ha evolucionado el negocio de las Grandes Ligas y por cuánto se ha multiplicado la presencia criolla en las Mayores desde aquellos tiempos (décadas 1960-70) cuando uno de los mejores lanzadores del mundo, Juan Marichal, logró un contrato de 125,000 dólares.

Tras esas imágenes, lo de Vladi Jr. y pensamientos laudatorios del bienestar de nuestros talentos beisbolistas, nos despertamos el martes 8 con la aplastante catástrofe de la discoteca Jet Set: el cielo de aquel mundo idílico, la vida misma del dominicano, se cubrió de negros nubarrones y se adentró nuestro país en la angustia enorme de la lenta espera.

Pasado el mediodía del martes trágico, cuando aún era incipiente el desglose del aluvión de víctimas fatales, afloró otra faceta que nos distingue como pueblo: la solidaridad. Dentro y fuera de una carpa instalada en un parqueo del Centro Olímpico Juan Pablo Duarte, decenas de hombres y mujeres, en mayoría menores de 30 años, llenaban formularios prestos a donar plasma para sobrevivientes necesitados. ¡Impresionante gesto colectivo replicado en otros recintos!

Y se aceleró el conteo mortal, con ciudadanos de todos los ámbitos, incluido el deporte; primero la hermana del caballero hecho pelotero, Nelson Cruz, Nelsy, la gobernadora provincial de Montecristi (quien avisó al presidente Abinader de la catástrofe). Los ex Grandes Ligas Octavio Dotel y Tony Blanco pronto se sumaron.

Los pensamientos y ruegos se elevaron al Altísimo por la vida de todos los que de fiesta estaban, en especial por el artista Rubby Pérez, todos soñando por el milagro, hasta que se confirmó lo que todos sospechamos. Se apagó la Voz más alta del Merengue, a quien en lo personal conocimos a través de su hermano, el ex pelotero Neifi Pérez, a quien dimos el pésame en el Teatro Nacional.

Deportistas, banqueros, militares y policías, empresarios, gentes del arte, de diferentes esferas, grupos de familias, incluidos 25 o más “Dorados de Haina”, de donde cosechamos sólidas amistades. Nuestros respetos a ellos.

También partieron humildes trabajadores: los camareros del Jet Set, como Rhoyer Hernández López, hijo de la muy entrañable ‘Cascabel’ o Rosa Estela López (EPD), sobrino de los hermanos y hermanas López Polanco, oriundos de mi natal paraje Madrid (municipio de Villa Tapia) con quienes nos une una grandísima hermandad. Mis sentimientos a ustedes, en especial a Amado y Luis, que sufren la gran pérdida desde los Estados Unidos.

Con Rhoyer partió el también camarero Johnny Humberto García Abreu, con raíces en mi Madrid, nuestro familiar por demás, hijo de Nancy García y Vivina Abreu, que residieron en Villas Agrícolas.

Paz a las almas de las víctimas y que se establezca la cantidad total de fallecidos. Recuperación para los lastimados de cuerpo y de espíritu y que por desidia no se repita otra hecatombe como la del Jet Set.

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