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HABLANDO CON EL SOBERANO

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Semana Mayor del 2025: un llamado urgente desde la cruz y el dolor nacional

Por Max Montilla

montillamax@gmail.com 

En medio del ajetreo diario y de las noticias que estremecieron, estremecen y estremecerán nuestra nación, como la reciente tragedia ocurrida en la discoteca Jet Set, se hace más urgente que nunca redescubrir el valor de la Semana Santa como un tiempo de pausa, introspección y esperanza. Esta reflexión busca ayudarnos a mirar con ojos de fe nuestra realidad personal y colectiva, a la luz del sacrificio y la victoria de Cristo.

La Semana Mayor, también conocida como Semana Santa, representa para millones de cristianos en todo el mundo un tiempo sagrado de profunda reflexión, recogimiento y renovación espiritual. En el año 2025, esta conmemoración adquiere un valor aún más significativo, al coincidir con un contexto global marcado por desafíos éticos, sociales y espirituales que invitan a una mirada introspectiva de nuestra vida personal y comunitaria.

Durante esta semana se recuerdan los momentos centrales de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, fundamentos del mensaje cristiano. Reflexionar en estos eventos no es un ejercicio meramente litúrgico o emocional, sino una oportunidad para examinar nuestra fe y nuestro compromiso con los valores que Cristo encarnó: amor, perdón, justicia y esperanza.

La sociedad contemporánea, muchas veces dominada por la prisa, la distracción y el individualismo, necesita espacios donde el ser humano pueda detenerse y preguntarse por el sentido profundo de su existencia. La Semana Mayor ofrece ese espacio. Al recordar el sacrificio de Jesús, nos enfrentamos al misterio de un amor que da la vida por los demás y que nos invita a hacer lo mismo en nuestras realidades cotidianas.

En este año y en relación con lo acontecido recientemente, el llamado a la reflexión toma también un matiz social. Las desigualdades, los conflictos y la fragilidad de las relaciones humanas nos recuerdan que la cruz de Cristo no es solo un símbolo religioso, sino también una denuncia profética contra el pecado estructural y una invitación a la reconciliación. Reflexionar en Semana Santa es abrir los ojos a las cruces que hoy llevan los más vulnerables.

Además, este tiempo invita a la renovación personal. El silencio del Jueves Santo, el dolor del Viernes Santo y la esperanza del Domingo de Resurrección conforman un camino espiritual que puede transformar nuestra manera de vivir. Reflexionar es más que recordar; es dejarnos interpelar por la Palabra, por el testimonio de Jesús y por la necesidad de convertirnos interiormente.

Para las familias, esta semana representa una ocasión privilegiada para reencontrarse en la oración, el diálogo y el perdón. En un mundo tan dividido, el testimonio de hogares que viven con fe esta conmemoración puede ser un faro de luz y unidad. Las actividades religiosas, pueden convertirse en momentos formativos para los hijos y nietos.

 

También es una oportunidad para fortalecer la esperanza. Aunque la cruz es un signo de dolor, la resurrección es una promesa de vida nueva. Reflexionar en la Semana Mayor nos recuerda que el sufrimiento no tiene la última palabra, y que la fe cristiana es esencialmente una fe en la victoria del bien sobre el mal, de la vida sobre la muerte.

En conclusión, esta Semana Mayor debe vivirse como un tiempo de gracia, donde cada persona se dé el permiso de hacer una pausa, mirar su interior, reconciliarse con Dios y con los demás, y renovar su compromiso con la vida cristiana. Reflexionar en esta semana no es una obligación, sino una necesidad para el alma y una oportunidad para vivir con mayor sentido, propósito y esperanza.

Pero más allá del rito y la tradición, esta es una oportunidad para cuestionarnos a la luz de la fe: ¿Qué tan lejos estamos viviendo del mensaje de Cristo? ¿Cómo estamos contribuyendo —o no— a una cultura de vida, respeto y esperanza?

Nos leemos, Dios mediante en un próximo artículo. 

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