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El uso público y privado de la razón 

Por Max Montilla

montillamax@gmail.com

Este articulo, de primera mano iniciará de una manera y terminará de otra, luego de este spoiler,  le animo a que siga leyendo hasta el final. 

 

Hace mucho tiempo ya, se le preguntó a Inmanuel Kant que entendía por la ilustración, él se detuvo a reflexionar sobre dos conceptos que abordo en el titulo. 

 

Luego de reflexionar un rato, respondió dividiendo la pregunta entre los ámbitos de la libertad e incluso dos reino de los hombres en relación a la inteligencia: El uso público y privado de la razón.

 

Para aquellos que están interesados en formar parte de los debates públicos, por ejemplo, los debates de moda que existen hoy en dia sobre la legalización de la marihuana, el aborto o la pena de muerte, debe saber distinguir cuándo tenemos el derecho de hacer uso de nuestra razón para un fin público y cuándo solo para uno privado, es imprescindible. Según Kant, solo podemos hacer uso privado de nuestra razón (solo podemos criticar o juzgar alguna anomalía de nuestro entorno) cuando lo criticado es parte de nosotros mismos. 

 

Por ejemplo, los que trabajan en el gobierno, en una universidad o en una empresa, no pueden criticarla públicamente a menos que renuncien a ella, porque sería cumplir con ese presupuesto que vulgarmente conocemos como «morder la mano que te da de comer». ¿Sé puede hacer? 

 

La respuesta es sí, de forma privada, dirigiendo una carta al gobernador, rector o al gerente de esa firma comercial, donde le expresen sus reticencias o inconformidades, y luego siguiendo los propios cauces que la normativa de tal institución o entidad señalen, a menos que se encuentren frente a una autoridad despótica. 

 

En cambio, si no pertenece a ese entorno laboral, pero  es de lo que que conoces de cerca su problemática, pueden hacer uso público de su razón para enjuiciarlo, señalando sus yerros e intentando, con ello, corregirlos. Kant lo expresa de esta manera;  que aquellos que, pudiendo, no hacen uso público de su razón, por cobardía o pereza, están en la minoría de edad intelectual. Que son, en cambio, los que valientemente llegan a ejercer su razón en público, y sin necesidad de apoyarse en otros, los que se convierten en ilustrados.

 

Esa es para Kant, la verdadera ilustración. El ejercicio constante de la crítica, por lo demás, en su forma pública o privada, es la única manera en que una sociedad puede salir de su letargo y avanzar hacia mejores formas de progreso. También se es ilustrado, por tanto, cuando no solo se critica, sino cuando se acepta la crítica hacia uno mismo como una medida natural de nuestro propio crecimiento intelectual y humano.

 

Luego de entender esta reflexión del filosofo alemán Kant, me surge la pregunta ¿Se puede ser imparcial frente a un hecho? Dicho lo anterior, quienes opinamos, defendemos generalmente una postura sobre algo, combatiendo con ello (implícita o explícitamente) a los que piensan diferente a nosotros. Por más que intentemos encubrir nuestras ideas de pluralidad e imparcialidad, esto no es posible: ante cualquier acontecimiento (despojo de una familia de su hogar, incremento de la criminalidad, actuar de un político) siempre nos mostramos a favor o en contra.

 

Hago este articulo motivado por la imparcialidad de algunos hechos que están aconteciendo y nos estamos quedando, primero impávidos y luego con cierto nivel de que “nada me importa, siempre y cuando no sea a mi que me suceda y que el otro se lo lleve quien lo trajo”. 

 

Este clamor, mas parecido al de Juan el Bautista, como voz que clama en el desierto, esperando que podamos arrepentirnos de lo que estamos haciendo y volver a la ruta de la solidaridad con nuestros ciudadanos, familiares, vecinos, compañeros, colegas y póngale usted tantos calificativos colectivo desee. 

 

Nos leemos en un próximo articulo, Dios mediante.    

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