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Opinadores de la nada:

el fenómeno de las opiniones vacías en la era digital

Por Max Montilla

montillamax@gmail.com 

En la era digital, la democratización de la información ha permitido que cualquier persona pueda expresar sus pensamientos y opiniones a través de las redes sociales, blogs y otros medios online. Este fenómeno, aunque positivo en muchos aspectos, ha dado lugar a un nuevo tipo de comentarista conocido como el «opinador de la nada». Estas personas suelen emitir juicios y comentarios sin contar con la información adecuada o el conocimiento profundo sobre los temas que abordan, contribuyendo a la desinformación y al ruido mediático. Según Umberto Eco, «Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que antes hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Rápidamente, eran silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel”.

 

Los opinadores de la nada se caracterizan por su tendencia a opinar sobre una amplia gama de temas sin haber investigado o comprendido los aspectos fundamentales de los mismos. Este comportamiento es incentivado por la inmediatez y la facilidad con la que se pueden compartir opiniones en plataformas como Twitter, Facebook o YouTube. La búsqueda de visibilidad y la recompensa de los «me gusta» y «compartidos» generan un ciclo donde las opiniones se emiten precipitadamente, priorizando la cantidad sobre la calidad. Nicholas Carr, en su libro «The Shallows», señala que «Internet promueve la lectura rápida y superficial en lugar de la reflexión profunda y crítica”.

 

La falta de rigor en las opiniones emitidas por estos comentadores no solo distorsiona la percepción pública de ciertos temas, sino que también puede afectar decisiones importantes. En cuestiones de salud, política y ciencia, la difusión de opiniones infundadas puede llevar a la adopción de comportamientos peligrosos o a la perpetuación de mitos y falsas creencias. El caso de los movimientos antivacunas es un ejemplo claro de cómo la información errónea puede tener consecuencias devastadoras para la sociedad. Al respecto, Neil Postman en «Amusing Ourselves to Death» advierte sobre la trivialización de la información: «Estamos criando una generación de personas que se sienten cómodas no tanto con la verdad como con la verosimilitud”.

 

Además, los opinadores de la nada contribuyen al fenómeno de la «post-verdad», donde los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que las apelaciones a la emoción y las creencias personales. En este contexto, las narrativas sensacionalistas y las teorías conspirativas encuentran un terreno fértil para crecer. La polarización y la fragmentación del discurso público se ven exacerbadas por la proliferación de opiniones superficiales y mal fundamentadas. Sobre esto, Zygmunt Bauman ha mencionado que «Vivimos en tiempos de liquidez, donde las verdades y las certezas se disuelven en una avalancha de información contradictoria”.

 

Este problema no es exclusivo de los usuarios comunes de internet; incluso figuras públicas y líderes de opinión pueden caer en el papel de opinadores de la nada. La presión por mantenerse relevante y la necesidad de participar en todas las conversaciones del momento llevan a muchos a emitir juicios rápidos y sin sustancia. Esto no solo socava su credibilidad, sino que también puede tener un impacto negativo en la confianza pública hacia los expertos y los medios de comunicación tradicionales. En este sentido, Noam Chomsky ha comentado que «La propaganda es a la democracia lo que la cachiporra es al Estado totalitario”, subrayando cómo la falta de sustancia en el discurso puede manipular la opinión pública.

 

Frente a esta realidad, es esencial fomentar una cultura de pensamiento crítico y responsabilidad en la emisión de opiniones. Los consumidores de información deben aprender a evaluar la credibilidad de las fuentes y a cuestionar las afirmaciones no verificadas. A su vez, quienes tienen una plataforma de influencia deben priorizar la calidad y la veracidad sobre la rapidez y el impacto inmediato. Carl Sagan, en «El mundo y sus demonios», enfatiza la importancia del escepticismo informado: «Es mucho mejor agarrar el universo tal como es, en lugar de persistir en el engaño, por muy satisfactorio y tranquilizador que sea”.

 

En conclusión, aunque las plataformas digitales han democratizado la expresión de ideas, también han dado lugar a la proliferación de opiniones vacías y desinformadas. Combatir este fenómeno requiere un esfuerzo conjunto de consumidores y productores de contenido para valorar la profundidad y la exactitud de la información. Solo así se puede construir un entorno de comunicación más saludable y constructivo, donde las opiniones verdaderamente informadas puedan prosperar y enriquecer el debate público.

 

Nos leemos en un próximo artículo, siendo opinadores de la nada, Dios mediante. 

 

  1. Umberto Eco, comentario en 2015.
  2. Nicholas Carr, The Shallows, 2010.
  3. Neil Postman, Amusing Ourselves to Death, 1985.
  4. Zygmunt Bauman, Liquid Modernity, 2000.
  5. Noam Chomsky, en diversas entrevistas y escritos.
  6. Carl Sagan, The Demon-Haunted World, 1995. Opinadores de la nada: el fenómeno de las opiniones vacías en la era digital

 

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