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HABLANDO CON EL SOBERANO

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La Paradoja de la Grandeza y la Pequeñez

Por Max Montilla

montillamax@gmail.com  

 “La verdadera grandeza a menudo surge de cuán pequeños nos sentimos por dentro”.

La paradoja de «aquel que es pequeño, es grande, y aquel que es grande, es pequeño» resalta un principio espiritual esencial. Este principio establece que todas las influencias que descienden de un nivel superior a uno inferior deben iniciarse con el despertar del nivel inferior. Esto significa que para recibir algo más elevado, primero debe haber una preparación y un deseo desde el nivel inferior.

 

Por ejemplo, si deseamos recibir algo de Dios, primero debemos pedirlo desde abajo o realizar acciones que despierten la voluntad divina para influirnos con su luz. Este proceso de despertar es fundamental, ya que muestra nuestro deseo y preparación para recibir la influencia superior. Sin esta preparación y deseo, nuestras peticiones podrían no ser efectivas.

 

Este principio es clave en nuestra vida diaria. Todos anhelamos recibir bendiciones y apoyo, pero sin un recipiente adecuado para contener la luz deseada, nuestras peticiones son en vano. El simple acto de pedir, orar, o desear recibir ya es un despertar desde abajo, que provoca una respuesta desde arriba para darnos lo que necesitamos. Es un ciclo continuo de preparación y recepción.

 

Este concepto no solo se aplica a la relación con lo divino, sino a todas las interacciones entre diferentes niveles, como maestro-alumno o padres-hijos. Un maestro puede impartir conocimiento, pero es el deseo y la preparación del alumno lo que permite que el conocimiento sea verdaderamente recibido. De manera similar, los padres pueden ofrecer amor y guía, pero es la apertura y receptividad de los hijos lo que permite que esta influencia sea efectiva.

 

La verdadera grandeza a menudo surge de cuán pequeños nos sentimos por dentro. Cuando reconocemos nuestras limitaciones y nuestra necesidad de recibir, abrimos espacio para que algo más grande nos influya. Esta humildad es una puerta abierta para la grandeza verdadera. Ser realmente grande es un estado natural e integral del ser humano; no necesita ser demostrado a los demás.

 

Por eso, quien es realmente grande no necesita mostrarlo hacia afuera. La grandeza auténtica se manifiesta de manera interna y no requiere de validación externa. Aquellos que son verdaderamente grandes se reconocen por su humildad y su disposición a recibir y aprender constantemente.

 

En resumen, la paradoja de la grandeza y la pequeñez nos enseña que la verdadera grandeza comienza con el reconocimiento de nuestra pequeñez. Es a través de este reconocimiento y la disposición a recibir que podemos alcanzar un estado de verdadera grandeza. Esta lección se aplica no solo en el ámbito espiritual, sino en todas nuestras interacciones diarias y relaciones personales.

 

Nos leemos en otro artículo, Dios mediante. 

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