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HABLANDO CON EL SOBERANO

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La Vulgaridad: 

¿Un Respeto a la Libertad y la Igualdad? 

Por Max Montilla

montillamax@gmail.com 

El filósofo español Javier Gomá, en su reflexión sobre la vulgaridad, afirma que esta es «la hija fea de dos padres estupendos: la libertad y la igualdad». Bajo esta provocadora idea, Gomá nos invita a replantear nuestra percepción de lo vulgar y su relación con los valores que sostienen las sociedades modernas. En un mundo donde las fronteras entre lo alto y lo bajo en la cultura parecen diluirse, ¿debe la vulgaridad ser vista como algo digno de respeto?

 

Tradicionalmente, la vulgaridad ha sido percibida como algo negativo, asociado a lo tosco o inculto. Sin embargo, al surgir del ejercicio libre y democrático de la expresión, lo vulgar puede verse como una manifestación auténtica de la libertad individual y la igualdad. En una sociedad que rechaza las jerarquías estrictas y el elitismo cultural, la vulgaridad se convierte en una expresión de resistencia ante las normas impuestas por las élites. Esto no significa que todo lo vulgar sea necesariamente positivo, pero su existencia pone de relieve la democratización de la cultura.

 

La era contemporánea, a menudo denominada «la era del chándal»*, es testigo de la popularización de estilos de vida y estéticas que antes se consideraban inadecuadas o de mal gusto. El reguetón, las sandalias con calcetines o el lenguaje coloquial en espacios formales son solo algunos ejemplos de esta tendencia. Aunque para algunos estos elementos representan la decadencia cultural, para otros son una reivindicación de la autenticidad y una ruptura con las convenciones anticuadas que dictaban qué era aceptable.

 

En este sentido, la vulgaridad puede ser vista como un símbolo de libertad: la libertad de ser uno mismo sin temor a ser juzgado por estándares establecidos por otros. Al abrazar lo vulgar, las personas ejercen su derecho a la expresión individual, desafiando las normas que antes limitaban qué era considerado «de buen gusto» o apropiado.

 

Por otro lado, la igualdad también juega un papel crucial en este fenómeno. En una sociedad cada vez más igualitaria, las distinciones entre lo «alto» y lo «bajo» en la cultura pierden relevancia. La democratización del acceso a la cultura y la participación en ella ha permitido que expresiones antes marginadas sean ahora centrales en el panorama cultural. Lo vulgar, en este contexto, ya no es una categoría para despreciar, sino una expresión legítima de una sociedad que valora la diversidad.

 

Sin embargo, el respeto por lo vulgar no significa que debamos renunciar a toda forma de crítica. La vulgaridad, como cualquier otro fenómeno cultural, puede tener aspectos problemáticos, como la promoción de estereotipos o la banalización de temas serios. Pero entender la vulgaridad como parte de un ejercicio de libertad e igualdad nos permite abordarla de manera más reflexiva y menos desde la condena inmediata.

 

En conclusión, la vulgaridad, según la interpretación de Javier Gomá, no es simplemente una desviación del buen gusto, sino una manifestación inevitable de los valores modernos de libertad e igualdad. En lugar de rechazarla de plano, deberíamos preguntarnos si su surgimiento y expansión no es, en realidad, una prueba del éxito de estos ideales en nuestra sociedad. Lo vulgar, en última instancia, es una expresión más de la diversidad que caracteriza a las sociedades democráticas, y tal vez, por eso, merece un cierto grado de respeto.

Nos leemos en otro artículo, Dios mediante. 

*Un chándal se conoce como un «conjunto deportivo» o «traje de entrenamiento». Se trata de una especie de uniforme que combina unos pantalones y una chaqueta con cremallera o, en su defecto, una sudadera.

 

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