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¿Por qué mandan las élites?

 

Por: Sabala Ricardo Yen

sabala95@outlook.com

 

Hay fuerzas a lo interno de las sociedades que aparentemente operan en el anonimato, pero sus ideas y acciones son las que determinan el devenir y el curso de la historia. En cualquier estadio de desarrollo de la humanidad, emerge un sector con vocación de dominar y subordinar a otros para beneficio de si y de su grupo social. Esta realidad ha sido estudiada y se dispone de una literatura abundante para tratar el tema de las élites en campos específicos de las Ciencias Sociales como las Ciencias Políticas y la Sociología.

Varios teóricos han tratado la teoría de las elites y por qué éstas tienen vocación de poder. Podemos destacar al tratadista político italiano Vilfredo Pareto, quien acuñó el concepto de “circulación de las élites”, donde sostiene que las sociedades, sin importar cuales sean sus características, terminan por ser gestionadas, gobernadas y administradas por “élites”, o minorías sociales, que puede ser de cualquier orientación ideológica. Pareto, en su afán intelectual por ilustrar el comportamiento de las capas sociales más encumbradas se auxilió de una metáfora de élites formadas por “Leones y Zorras”, donde argumenta que hay dos tipos de élites, una que se impone por la coacción y la otra por la astucia. En todo caso la prioridad innegociable y sacrosanta es cerciorarse por la vía de la legalidad los privilegios y prerrogativas.

Por otro lado, el politólogo alemán Robert Michel publicó su obra cumbre “La ley de hierro de la oligarquía”, donde delimita la vocación de poder de la élite y entiende que tanto en autocracia como en democracia siempre gobernará una minoría selecta con suficientes condiciones de gobernar. Michel plantea que, aunque los líderes invoquen a las grandes masas y se consideren sus representantes legítimos en el momento de llegar al poder se desentienden y desvincula del pueblo, de los mandantes y busca los medios para extender su poder y mantenerse al costo que fuese, incluso hasta sacrificar los ideales que lo llevaron a la cima de la representación política.

Otro tratadista en abordar las élites fue Gaetano Mosca, político italiano que en varios escritos  argumentó  que en todo organismo político siempre habrá una persona que esté por encima de la jerarquía  y es quien usa el término de “clase política”, perspectiva que causó debate en núcleos de sociólogos de la época, ya que una  clase social está definida por el lugar que se ocupe en las relaciones de producción, es decir, el papel que se desempeña en el proceso productivo donde un grupo es dueño del medio que produce la riqueza o quien dispone de su fuerza de trabajo. Al margen de la polémica que generó Mosca no menos cierto es que fue muy original al emplearlo y por eso es muy usual que se llame a quienes se dediquen a las cosas públicas como miembros de la clase políticas.

A pesar de todas esas perspectivas teóricas, todavía pueden surgir interrogantes como ¿por qué las élites tienen vocación de poder? ¿Por qué éstas mandan? Una respuesta a todo ello es que las élites tienen conciencia de clase y, en consecuencia, no se suicidan, no se lanzan al abismo. Otra respuesta a este cuestionamiento es que la élite reproduce la cultura del privilegio, se vale desde la creación de dispositivos legales, representantes, instituciones, para reproducir su dominación. Esas acciones reproducen la desigualdad, todo ese entramado hace que hasta en el peor momento o crisis de las élites éstas tengan un trato diferente ante la justicia. Los miembros de las élites por su condición e influencia se granjean los mejores espacios educativos, empleos, servicios, etc.

Finalmente, de algo estoy seguro y es de que las élites pactan mientras que otros protagonizan las peores luchas. Es todo un “círculo virtuoso”: se protegen, se blindan, se promueven, se forman, se cultiva y se proyecta para dominar.

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